jueves, 30 de julio de 2009

Genética pendeja...


Tomó su cuello entre sus manos temblorosas y apretó lo más fuerte que pudo, pero la presión no era suficiente y a cada punzada y arcada de aire que tomaba se iba desvaneciendo poco a poco, en sus pupilas sólo veía a la autora de dicha acción, su risa era de burla, mezclada con odio y una pizca de satisfacción, aunque en el fondo se le notaba triste. -Pinche vieja , esto no se queda así... eran las palabras que pronunciaba
La forma en que se conocieron fue de lo más inusual posible, en un mensajero en línea, desde el momento en que él la pendejeó sintió tal vez por primera vez una emoción verdadera hacia ella, antes de eso todo habían sido cortinas de humo, tenía una familia pero en el fondo sentía que no pertenecía a ella, se sentía ajena y criada cual si fuese un animal de granja al cual hay que resolverle sus necesidades principales: tener un lugar donde comer, dormir y pasar el rato. Es por eso que desde ese momento tuvo sus primeros pasos en el mundo de los sentimientos, sin embargo todo era nuevo para ella, no sabía como comportarse, era presa de celos, pánicos repentinos y una desconfianza que la cegó a tal punto que un día agredió sin piedad a su único amante, que no hizo más que alejarse de ella.
Pasó un tiempo y tras largos chantajes emocionales por parte de los dos se juntaron de nuevo, la duda les retorcía el estomago pero seguían, lo que no sospechaba nuestro ingenuo protagonista es que era la parte final de un plan de venganza, ya que en el fondo ella creía que su cuello degollado era algo sexy y que su cadaver permanecería junto a ella como una especie de muñeco de placer que se marchitaría como su vida y sus esperanzas, mas nunca contempló que la vena yugular estaba del otro lado y que sólo le había ocasionado una herida profunda, la cual hizo enojar al Romeo martirizado, a tal punto que la adrenalina y el odio de verse usado le confirió una fuerza capaz de someterla, martirizarla y arruinar sus extremidades a tal punto de dejarlas inservibles , como dos pedazos de carne sin ninguna función más que ocupar un espacio, lo que no le permitiría sentir en carne propia su sucesiva venganza.